El color maldito en las banderas: la psicología cromática a evitar en todo el mundo

Existe un color que solo está presente en la bandera de un pequeño estado caribeño. A pesar de esto, otros colores son también muy escasos en la vexilología internacional

Por Álvaro Hermida

Puede parecer una tontería de pregunta, pero la realidad es que los colores importan, e importan para todo. Puede ser que, si no nos compramos un coche nuevo de color verde lima, estemos teniendo en cuenta cómo de fácil (o más bien difícil) nos resultará venderlo en el futuro, o que nos dé vergüenza que nos vean en un vehículo tan llamativo. Puede que no nos compremos una americana rojo fuego por miedo a no resultar profesionales. Puede que no pintemos las paredes de nuestra casa de dorado por el simple hecho de no querer ser unos horteras de cuidado

Todas esas decisiones, claro está, son a título personal y hay individuos (sí, inexplicablemente) que son capaces de ignorar la brújula estética que todos compartimos y decir: “Sí, yo lo que necesito es un todoterreno fucsia“, pero no es la norma. Pero, en el momento en el que todos los rincones del planeta se ponen de acuerdo (más bien coinciden en su decisión) para despreciar e ignorar uno de los colores básicos, podemos preguntarnos cuáles son las causas para que esto sea así. 

“Las personas que lo rechazan son mayoría. El 12% de las mujeres y el 9% de los hombres lo nombran como el color que menos les gusta”

Hagamos un experimento: ¿cuál creemos que es el único color que solo aparece en una pequeñísima porción de la bandera de un estado caribeño? Muchos de nosotros (el autor de estas líneas al estudiar este asunto, sin ir más lejos) podemos pensar que es prácticamente imposible que el rosa chicle aparezca en una bandera nacional, muchos juegos olímpicos y mundiales de fútbol, como para que nos sea imposible recordar un país que lo contenga, ¿no? 

En efecto, no nos engañaremos, el rosa es una buena deducción, dado que no se trata del color más utilizado ni por asomo. Podemos encontrarlo, eso sí, en tan solo tres banderas a lo largo y ancho del mundo: la de las Islas Turcos y Caicos, donde se representa una concha marina de color rosa, o en la bandera de México, donde en su escudo, presente en el centro de la bandera, hay un águila posada sobre una chumbera (allí conocida como nopal) donde sus frutos (los higos chumbos) y las flores en sus extremos son de color rosa en la mayor parte de las representaciones. 

Pero, para encontrar el rosa, no tenemos que irnos tan lejos, basta con buscar en Europa. De hecho, ni siquiera en todo el continente, podemos buscar en los países europeos a orillas del Mediterráneo. ¿La respuesta? Nuestra propia bandera, la española, es una de las tres únicas del mundo que incorpora el color rosa en alguno de sus componentes. Es la más fiera de las bestias, icono de fortaleza, una de las bases fundadoras de lo que hoy conocemos como España. Sí, el león de nuestra bandera es color rosa chicle

El color maldito

Pero nada de esto responde a la pregunta clave: ¿cuál es el color que no aparece en ningún sitio? La simple y llana respuesta es el morado, que podemos encontrar únicamente en el plumaje del pecho y la cabeza del loro representado en la bandera de Dominica, en el caribe. A nivel de naciones, desde 1939 (año en el que la bandera de la Segunda República Española dejó de representarnos) Dominica es el único país que porta el morado en su seña de identidad, y no en un lugar muy prominente que digamos. 

También, todo sea dicho, aparece técnicamente en otras dos banderas, pero más imaginariamente que en la práctica: las banderas de El Salvador y de Nicaragua incluyen en sus escudos un arcoíris donde (supuestamente) existe una minúscula franja morada, aunque haría falta un microscopio y un cromatólogo para afirmar que esto es verdad. 

Pero… ¿por qué el morado es despreciado a este nivel? La respuesta es muy simple: porque hasta el siglo XIX el tinte púrpura era caro de narices. Ahora, claro está, podemos decirle a nuestra impresora (si a esta le da la gana funcionar, claro está) que nos imprima páginas y páginas de morado, como si nos saliera la tinta por las orejas; pero, hasta principios de los 1800, la única forma de conseguirlo era extraer este pigmento de las conchas de murex (Murex trunculus) localizadas únicamente en las costas mediterráneas de Tiro Sidón

Esta era la única forma de conseguir un pigmento capaz de teñir la tela y su escasez hizo que se relacionase este color con la riqueza y la realeza, pero, en la práctica, también conllevó que ningún estado del mundo pudiera plantearse gastarse una auténtica fortuna en teñir miles y miles de banderas de morado, por lo que ese color quedó fuera de los cánones vexilológicosmundiales. 

Pero, tal vez, esto no sea malo. Como explica la psicóloga Eva Heller en su libro Psicología del color, “Las personas que lo rechazan son más que las que lo prefieren. El 12% de las mujeres y el 9% de los hombres lo nombran como el color que menos les gusta, mientras que solo el 3% de los hombres y mujeres lo nombran como su color favorito”. Como explica la experta, este color es la unión de conceptos opuestos, como el rojo y el azul, la feminidad y la masculinidad, por lo que el rechazo a él es más común que en muchos otros ámbitos. Su difícil clasificación tampoco le pone las cosas difíciles: morado, violeta, malva, endrino, lila, lavanda, rojo burdeos, uva negra, heliotropo, magenta… Existen, clasificados, hasta 41 tonos de morado (lo que puede desencadenar auténticas decisiones de pareja debido a la incapacidad de uno de los miembros de ver la más mínima diferencia entre ellos). 

A fin de cuentas, el color que representaba a la realeza y a los poderosos ha quedado olvidado y despreciado en las banderas del mundo, salvo por la minúscula aportación de las plumas de un loro, en la bandera de una paradisiaca isla del caribe.

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