¿Por qué es tan difícil convencer a un adolescente de que haga sus deberes?
Durante este período es necesario que vayan haciéndose cargo de ciertas responsabilidades, y aunque respondan con una negación constante, llega la hora de imponerse
Por ACyV
La ‘edad del pavo’, como se tiende a englobar metafóricamente a la adolescencia, es un período en el que comienzan las primeras grandes rebeliones contra las figuras de autoridad, como vienen a ser los profesores y los padres. Entre ellas, la más directa o notoria es el hecho de estudiar, aprobar las asignaturas y cumplir con los plazos de entrega de los trabajos que se mandan desde el aula.
Además, cumplir con sus obligaciones escolares es más difícil, aun si cabe, en una época como la que vivimos en la que el uso de las tecnologías se han convertido en una parte esencial de su vida personal y también académica.Atrás quedan los años en los que el televisor concentraba toda la atención de la casa, tanto para ver la televisión como para jugar a videojuegos. La adolescencia también implica la apertura a la sociabilidad, lo que puede erosionar la capacidad de concentración entre notificación y notificación.
El castigo tampoco es una buena decisión. Básicamente, porque ya no son tan pequeños como para darse cuenta de que no tienen por qué cumplir las órdenes de un adulto. La imposición, por ejemplo, de no salir con sus amigos los fines de semana, podrían llegarla a entender si de verdad han visto error en sus acciones y experimentan cierto arrepentimiento. Pero la pereza o distracción cotidiana es demasiado simple como para hacer uso del castigo.
“Soy rebelde porque el mundo me hizo así”
Hay que tener en cuenta que el adolescente no es rebelde porque sí. En el fondo, quiere hacer las cosas bien, pues necesita de mensajes de refuerzo para saber si sus acciones son las correctas. Al estar ganando experiencia y expandiendo su punto de vista gracias a conocer distintas realidades, ideas y pensamientos, necesita una guía firme en mitad de la incertidumbre. Por ello, si se le condena o castiga en exceso, puede acabar pensando que el problema está en él y no en lo que hace o cómo lo hace, lo que desvirtúa su educación, volviéndole más inseguro o haciéndole sentir incapaz.
“Si queremos ayudarles y ser parte de su éxito, nuestra tendencia como padres es simplemente arrojarles una solución a sus problemas”
“Como adultos, tenemos que ser curiosos y descubrir qué es lo que hay detrás de ese comportamiento”, asegura Elaine Taylor-Klaus, experta en educación con adolescentes y autora de varios libros sobre el tema, en un reciente artículo de ‘Life Hacker’. “Lo que parece una negación en la superficie, podría significar que el adolescente se cierra ante algo que le parece demasiado grande o difícil, hasta el punto de negarse a hacer sus tareas, incluso sabiendo las consecuencias”. Al fin y al cabo, la coletilla del “me da igual” (formulada de maneras más soeces) suele ser una de las respuestas más comunes
¿Cuál es la causa de esta actitud negativa? Podría ser que han sentido en sus carnes la vergüenza ante un reto pasado en el que fallaron y que temen volver a repetir; o la envidia de ver cómo sus compañeros sí que consiguen sus metas mientras que él o ella por más que se afanan no logran aprobar; o que, incluso, la forma de impartir la enseñanza por parte del educador no es como le gustaría. En todo caso, como recalca la experta, “no hacer la tarea es un síntoma de algo”.
Las cuatro fases de la educación adolescente
Taylor-Klaus alude a cuatro fases en el papel que cumplen los padres de cara al hijo para que este asuma responsabilidades. La primera sería cuando ejercen de modo director, es decir, imponer una serie de mínimos para que realice aquello que se espera de él. Esta sería la más autoritaria y muchos se quedan trabados en ella, generando frustración para ambos: uno porque no consigue de ninguna forma que el hijo haga lo que debe hacer y el otro por la frustración de no poderlo cumplir. La segunda fase es cuando entra en juego la colaboración, que vendría a ser el claro ejemplo de ayudarles a hacer los deberes.
En la tercera ya los padres cumplen un papel de apoyo, ya que el adolescente encuentra cierta autonomía en lo que hace y sus progenitores solo están ahí para darle consejo y ánimos. Y la cuarta y última es el papel de animador, es decir, cuando ya la figura paterna o materna no interviene para nada en su vida, ejerciendo tan solo un método de observador y confidente. Aquí podríamos decir que entran de lleno en la vida adulta, ya que son independientes por sí mismos y saben solucionar sus problemas sin necesitar de la intermediación parental.
“Si queremos ayudarles y ser parte de su éxito, nuestra tendencia como padres es simplemente arrojarles una solución a sus problemas”, asegura la experta. “Si tiene dificultades para cumplir con sus tareas escolares, la mejor ayuda es identificar cuáles son los problemas y cómo resolverlos”. Evidentemente, ponerlo en práctica no es fácil, sobre todo si tienen un sentido de la rebelión o la negación bastante marcado. Pero tan solo basta con localizar el foco del conflicto que tienen con ellos mismos o sus tareas para después ofrecerles la seguridad de poder superarlo. “Lo importante es asegurarse de que participan activamente de su propio éxito”, concluye Taylor-Klaus. “Necesitan sentirse dueños de sí mismos y de su vida”.