Abusos e impunidad

Policías buscaban cuadrar error/ llamado al titular de Seguridad Pública, Raymundo Collins y Edmundo Garrido, titular de la PGJ en la CDMX

¡Ya estamos en libertad! Sí, después del “paseo por tres agencias del MP”. Después de llevarme con mi hija esposada e intentar “cuadrarmela”. Palabra no mía, pero que sabía era fabricarnos delitos.
Era un lenguaje que se creí obsoleto, una expresión de quien intentó grabarme en la agencia IZP2, a quien no se lo permití, y el que ordenó esposarme a mi y a mi hija
El que ordenó me sacaran de ahí, y llevarnos a otra agencia. Llovía fuertemente y nos llevaron después de ese operativo en vía pública en la Vicente Guerrero, en Iztapalapa, después a otra agencia, de otras agencias.
Nos separaron del resto de los detenidos. Todo fue tan rápido, tan excesivo, tan sorpresivo y tan humillante. Ahí, en IZP2, se dijo Israel Rodríguez, responsable del abusivo operativo.
Nos detuvieron junto con otros; mujeres y hombres a los que también golpearon, jalonearon y humillaron. A todos nos insultaron. Se ensañaban con unos y sacaban el miedo en los más jóvenes.
Una que por temor se orinó. Yo gritaba, hay un error, se están equivocando, ¡soy periodista y vengo con mis hijas! Parece que eso enfureció más a policías, sobre todo a las mujeres.
Insistí en que dejarán a esa jovencita que lloraba y estaba esposada. Me volvía a identificar de palabra. Les advertí su error con nuestra detención y la de otros.
Me obligaron a callar, me aventaron, me mandaron de nalgas al piso. Mi chamarra se había atorado al subirme y mi hija había quedado descalza cuando también la jalaron de los cabellos para subirla.
Pero logré hablar ya detenida con el titular de Comunicación, Octavio Campos. Logré mandar alerta, porque él parecía dormido y poco consciente. Prometió me hablarían.
Le informé de esa equivocación, de esos abusos, del error, de los golpes, del operativo. No le importó a nadie. Quisieron arrebatarme el celular las mujeres policías; me aferré a el, lo sujeté fuerte; me ordenaban dárselos, me empujaban.
Quería alertar ante lo incierto, ante no saber porqué nos detenían, era informar mi ubicación. Decir de la detención. Había incertidumbre y desconcierto; gritos e insultos. Era un caos en ese camión repleto de detenidos.
Ya no cabía nadie. Mi hija y yo, íbamos en el estribo, flanqueadas por dos mujeres policías, los demás cuidaban a los otros. No tuve miedo, lo confieso, había enojo, impotencia de no saber en manos de quienes estábamos, del porqué ese operativo, ese abuso.
Yo intentaba calmar a mi hija, darle valor. Estaba preocupada por su hermana, estábamos preocupadas, no sabíamos de ella. Solo habíamos visto que la inmovilizaron del cuello, que la cargaban para llevársela. Señor Secretario, no tenía temor, había rabia, tengo coraje por esa ilegalidad; esa detención absurda de quienes solo comíamos tacos y mi hija compraba jugos.
Pero ahí llegaron sorpresivos, ellos, y ellas. Sin ton ni son detuvieron e inmovilizaron; de lejos vimos la acción, porque nosotras -mi otra hija y yo- aún comíamos tacos.
Llegamos corriendo y exigí la soltaran, la golpeaban y luego se fueron contra la otra y les gritaba, ¡Se están equivocando, suéltenla, es mi hija! Todo era un caos, y ¿Dígame, secretario qué haría, cuál sería su reacción si golpean a sus hijas; si las detuvieran sin motivo? Nos subieron, nos llevaron detenidas y no sabíamos ni a dónde ni por qué. Una estaba cerca de mí, de la otra no sabíamos nada.
No sabíamos de su destino ni la veíamos en un camión repleto de detenidos. Preguntábamos por ella, gritábamos su nombre y nos obligaban a callar. Era un abuso en ese autobús blanco, sin logotipos. De verdad que impotencia, que rabia; que irresponsabilidad.
Qué errores tan burdos, tan absurdos, tan de delitos ¿Cómo puede secretario permitir tanto abuso? De verdad, ¿cómo? ¿Por qué permite que por no dejarnos de excesos y abusos de sus policías, de un error, de golpes contra mis hijas, contra mi, nos hayan detenido? Si, detenidas y esposadas, como delincuentes. Y luego solo las dos, mi hija y yo, de un juzgado cívico al Ministerio Público por no dejar que nos grabaran. ¡Ya valiste…Llévatela detenla le gritaba un tipo en la agencia IZP2 a una policía, espósala, te la voy a cuadrar! Nos sacaban con las manos hacia atrás, sujetadas y esposadas. Y nos llevaban a otra agencia, antes nos bajaron y atravesamos la calle, nos ordenaban pararnos y voltear ante las cámaras de video públicas para que comprobaran que nos leían  nuestros derechos.
Ahí en esa avenida cerca de San Lorenzo. Unos derechos que tuvieron que escribirle a la policía, porque no se sabía el “guión” no leía bien. Se trababa. Salíamos de la Vicente Guerrero a Ermita Iztapalapa, de ahí a San Lorenzo, para encerrarnos por supuestos delitos cometidos.
Sí, íbamos detenidas, ahora en una camioneta, y ¿porqué? Insisto, para “cuadrarnos ¡DELITOS!”, si con esas palabras, lo afirmaba a quien puedo identificar señor procurador, a quien quiero identificar. A quien no debe administrar justicia.
A quien tartamudeando y al borde del desquiciamiento se dirigió primero a mi y luego a mi hija, si, “¡Tú, tu, tú, tú! Por…Por…Por lesiones, también te vas!”. Nos subieron esposadas, y él ya dejó solas a sus oficiales y se acobardó, no fue con ellas ni me la “cuadró él”, sino ellas, sus oficiales mujeres, señor secretario Collins. Acusaban resistencia a la autoridad y a particulares-.
Así del juzgado cívico a una agencia del MP y luego otra -de IZP2, a IZP8, (ahí no nos recibieron ni les aceptaron sus mentiras) y luego a IZP6, donde su personal señor procurador quiso persuadirme; quiso hasta que bajara mi nivel de voz. Ahí, donde nos acusaron sus dos oficiales mujeres señor secretario de Seguridad.
Si, ante personal de esa agencia. Y ellas, las uniformadas se victimizaban se decían con lesiones, y acusaban a mi hija, me acusaban y decían resistencia a la autoridad y ahora hasta ultraje. Uf, que ignorancia, ¡Ultraje! Y después deseaban negociar. Y ¿Usted qué haría? Yo, quedarme hasta las últimas consecuencias, pero sola, no con mi hija, y querían a las dos, para presionar.
En esa agencia, su personal procurador, argumentaba si eso quería para ella, para mi hija, para ella que era joven. Y defendía a más oficiales. “No son payasos, y aseguraba sin comprobarle sus lesiones”.
Se hacían una sola, ante un error, ante un operativo abusivo; uno que no fue mío, no fue de ella, fue de su personal, sí de su personal sin capacitación que arrasaron con inocentes, que golpearon por un operativo fallido contra quienes estaban en la vía pública.
Contra quienes pudieron agarrar “sin ton ni son”. Contra quienes, como mis hijas y yo comíamos tacos. O salían de la tienda de comprar. Eran ellos, policías uniformados, mujeres y hombres, que ahora acusaban a inocentes de lesiones, de resistencia a la autoridad y a particulares.
Pero ahora, ellas querían negociar hasta el “ultraje”, querían un acuerdo de no denuncia penal ni civil. Ahora era sólo yo y mi hija, a quienes querían fotografiar como delincuentes y de quienes tenía nuestros datos personales. Mi copia de elector. Uf, que abusos.
Y sigo sin miedo, y sigo con rabia. Hay coraje de tanta impunidad.
De tantos excesos; de un viaje por agencias del ministerio público, sin acusación, sin cometer delitos y ¿ahora acuerdo, un acuerdo para no proceder legalmente, para no civilmente contra mujeres policías y ¿creen procurador y secretario, que hay que guardar silencio; que hay que solapar excesos y abusos, ¡no señor secretario! ¡No señor procurador! Hay un responsable de un operativo, hay responsables en sus agencias del MP.

Fue operativo con excesos, y hay que acabar con la impunidad de quienes en aras de la ley, la violan, se excede, golpean y detiene a personas inocentes y hasta buscan “cuadrárselas”

 

 

 

 

 


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